Cuenta la historia que la imagen llegó al puerto de Buenos Aires en el mes de marzo, junto con la imagen de la Inmaculada Concepción, y fue colocada en un carro tirado por bueyes rumbo al norte del país. Los bueyes de uno de los carruajes se negaron a seguir viaje a la altura de la ciudad de Luján, donde más tarde se alzaría la famosa Basílica. Y el otro carruaje siguió hasta la ciudad de Córdoba, donde fue montada en el lomo de una mula para ser llevada a la provincia de Santiago del Estero. Pero la mula se extravió al llegar al pueblo Sumampa Viejo y sin que nadie la guiase se encaminó a la estación de Farías de Saa. Allí se negó a seguir caminando y la imagen de la Virgen se quedó en ese hermoso valle, donde aún se encuentra, con el niño Jesús en brazos.
En su día puedes rezar la siguiente oración:
¡Oh, Madre de Dios y Madre nuestra amantísima! Henos aquí postrados ante tu devota imagen de la Consolación, celebrando el fausto día en que quisiste quedarte en compañía de los sencillos corazones que poblaron los solitarios bosques de Sumampa hace tres siglos.
Acosados por el dolor que roba constantemente la paz de nuestras almas y obscurece nuestras alegrías, mendigos somos del consuelo, ¡Oh, Reina Inmaculada!
Pero el consuelo eres tú Madre dulcísima, que tienes en tus manos y distribuyes con maternal afecto el tesoro infinito de las gracias, los dones y las alegrías que conquistó con su sangre tu divino Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, y por eso acudimos a ti, para que colmes con tus consolaciones nuestro afligido corazón.